martes, 15 de abril de 2008

El recuento de mi búsqueda hasta tu aliento.




Para llegar a tí tuve que caminar por largo tiempo. Pasé primero por el puente de la incertidumbre, cuyas débiles tablas me hacían voltear hacia el vacío, creí que mis pies resbalarían y caería a aquél abismo lleno de sombra, pero al llegar a la otra orilla me di cuenta que había inmensas praderas que recorrer.


Me topé primero con el aprendizaje que dejan las expectativas rotas, la ansiedad que provoca el amar sin ser amado, la amargura que se lleva a cuestas cuando se da sin recibir. Me sacudí la espalda de amores imposibles y seguí mi camino.


Llegué hasta los ríos de lágrimas derramadas por cientos y cientos de momentos nunca ocurridos y uno más por aquellos en los que un 'adiós' sin un 'te quiero' me hicieron llorar a mares.

En el camino, tuve que remendar mi corazón varias veces y quedó casi como al principio. Con la diferencia de que lo hice más grande para que tu cabeza cupiera perfectamente en mi pecho y pudieras dormir con el arrullo de mis latidos.

No te he negado que he errado el camino en más de una ocasión, siendo así llevado a caminos de espinas y ponzoñas con olor a miel y flores. Lamento no haber sido lo suficientemente astuto para evitar estos caminos, pero, te juro, nunca más volveré a confundir los cadillos con los geráneos.



Muchas veces te sentí cerca, algunas veces hasta ví tu rostro en figuraciones mentales que fluyen con el despertar del subconciente en la madrugada. Sin embargo, había una hora específica de tu llegada.

Cuando te vi, dejé mi pesado equipaje de recuerdos podridos en el piso y te seguí sin cuestionarme.


Ilustración de Remedios Varo Reencuentro.

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