jueves, 23 de abril de 2009

Leonor



La sorpresa que me causa el que me ubiques en los archivos de tu casi centenaria memoria, hace que mis ojos pesen y las lágrimas se agolpen. En esencia eres una constante, desde los tiempos más recónditos de mi memoria te encuentro, así como te encuentran un par de generaciones que me precedieron y otro par al que yo vi nacer.

Eres la madre sempiterna de tus decenas de hijos, que adornamos tu blanca y quebrada cabellera. Quizá hoy la memoria no te alcance para saber de cuántos ya que dejaste de contarlos hace décadas. Sin embargo, tu corazón no tiene reparo ni limitantes en desbordarse como una madre por cada uno de ellos.


Tus manos, siempre dispuestas a dar la más tierna caricia, son creadoras de belleza constante. Es así que creas jardines con multitudes de flores cuyo concierto de color y fragancia contrasta con los montes rojizos de tu Durango. Las flores y los pájaros que rodean tu preciado jardín, son fuente de inspiración de kilómetros y kilómetros de manteles de encaje que con una obsesiva precisión tejes.


Cómo me gustaría saber qué es lo que han visto tus ojos. Has vivido tiempos de guerra y tiempos de paz, fuiste testigo de décadas y décadas de cambios, bonanzas, crisis, temblores, hambrunas, escacés, risas y llantos. ¿Quién pudiera ser tu? Ni las rocas mantienen la misma forma ante décadas de ir siendo arrastradas por las vicisitudes del río. Sin embargo tú, Leonor, conservas tu esencia, tu corazón inagotable, tus manos preciosas y tu brillante memoria.

sábado, 18 de abril de 2009

Trascendente


Al sentirle aquella noche se preguntó:¿Quién es?
¿Un hueco en la memoria?
¿Un amargo sin sabor del pasado?
¿Un amor difuso?
¿Un entendido mal interpretado y mal aplicado?
¿Un grano de azúcar que me endulza el paladar?
¿La braza aún ardiente de un espejismo?
¿Un siniestro del destino?
¿Un capricho de crío malcriado?
¿Una pasión pintada al óleo y manchada con cloro?

¿Quién es? Insistió en preguntarse. ¿Quién es? . . .

No es nadie, se respondió, sólo la sobra de ilusiones errantes bajo la luna llena.

miércoles, 1 de abril de 2009

Aquí


En ese momento se tiró al piso e imploró que lo dejasen en paz. Sus cabellos estaban desalineados y suicios, su boca seca soltaba fuertes sollozos del alma misma, sus ojos inhundados bajo una tromba de lágrimas y sus manos temblaban de terror. Así estuvo, en la penumbra de aquella noche de octubre, mientras sombras y espectros siniestros rondaban a su alrededor.

Sin embargo, poco a poco los rayos de sol fueron resplandeciendo en medio de la obscuridad y pudo escuchar los primeros trinos de los pájaros en el fresco de la mañana. Se llevó las manos desgastadas a los ojos y secó sus lágrimas, con los dedos acomodó sus cabellos quebrados mientras los últimos sollozos apenas audibles desaparecían.

Con todo, salió y vio la luz del firmamento, caminó incrédulo por entre los árboles y sintió estabilidad y paz. Poco a poco dibujó una sonrisa, primero tímida y luego evidente, mientras el aire fresco de los primeros días de otoño peinó su remolineado pelo. Se quedó allí, alimentándose de la felicidad misma que la vida le trajo, no estando dispuesto a volver.