lunes, 31 de marzo de 2008

10 kilómetros, todos los días.




Al principio comencé a correr para desintoxicarme de aquella verde mirada que aturdía mis sentidos. Esperaba transpirar por mis poros toda la hiel de sus acciones, lo pútrido de sus palabras y lo ácido de sus mentiras. Poco a poco fui esparciendo las partículas de su veneno, hasta que mi cuerpo quedó limpio de todas sus toxinas.


Después corría buscando aquella mirada anhelada. . . indefinida pero certera. Con cada golpe de mis pies en la pista, podía escuchar los latidos de su pecho. Estaba allí, pero habría que encontrarle de alguna forma.


Ahora que he encontrado esa mirada ya no corro solo por la vida. Mientras el viento golpea mi cara, puedo oler el suave olor de sus promesas. Mis ojos ya no miran hacia el vacío, si no que ven en el horizonte el sol del poniente por la tarde. No puedo evitar pensar qué tantas cosas nos deparará el horizonte de nuesto tiempo mientras nos estrechamos la mano y sigamos corriendo.



Ilustración "Calzada San Pedro" heronog en Flikr.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Saludos.