domingo, 2 de diciembre de 2012

Vacuidad.



Triste vacuidad que quema
que derrite mis días y se diluye en la ansiedad
arde en el pecho y sale por la garganta en forma de sollozo
incinera los vestigios de tu mirada ausente.

Triste vacuidad que susurra
que al oido me dice no vuelves más
arrulla mis noches de insomnio
mientras el tren de las tres de la mañana rompe con el letargo.

Triste vacuidad que enfría
que congela de raíz la profundidad de cualquier sentimiento
sopla a través de las ventilas del pecho
cruel y calculadora vacuidad que escarcha el tacto de tus manos.

Triste vacuidad que llora
que las lágrimas erosionan la tierra
y buscan desesperadas la salida al mar
y los atardeceres de julio que te llevaste bajo el brazo.

Triste vacuidad que fastidia
que el chasquido de mis dientes amenaza
correr cinco kilómetros no es suficiente
que se devora la vida, y se almacena y no cede.


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