viernes, 3 de octubre de 2008

Rosalba


Altiva en tus andares te fuiste una fría noche de febrero, Rosalba. Tu último día fue uno de esos donde la claridad del cielo azul y despejado contrastaba con el aire frío del norte que reseca los labios y curte la piel de los cachetes. En una brisa revoloteada de brillantes y pequeñas estrellas el viento se llevó el olor a Theatrical de tus manos, el timbre agudo de tu voz y la forma cándida e inquieta de tu mirada.


A veces me gusta pensar que nomás te fuiste un rato a cabalgar por las rojos y accidentados terrenos de Durango. Que fuiste a hacer coro con el coyote nocturno y la bruma de la mañana. Que fuiste a bañarte a las aguas termales y a las playas de Cozumel o que tal vez duermes entre el jardín de nardos y jazmines de tu madre. Pero no. Te fuiste a aquél lugar del que me hablaste mientras te escuchaba sentado en una banca forrada con terciopelo rojo.


A veces te lloran, Rosalba, a veces. . . a veces te ríen, a veces te añoran. Pero yo solo te añoro. . . quizá porque nuestros caminos se bifurcaron muy pronto o por la simple melancolía de lo que se pierde en los bosques que el tiempo cubre de hojas secas y polvo. Sin embargo, me quedan las huellas de tus dedos marcadas en mis mejillas, en mi cabeza revolotea aquél timbre agudo y festivo de tu voz y cuando el sol hace brillar de color dorado de los vellos de mis brazos, recuerdo que soy también parte de tí.


Ilustración de Rene Magritte

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