jueves, 11 de septiembre de 2008

Destino


Después del susto, se encontró bajo la sombra y cobijo de robustos encinos. Nunca antes sintió tanta paz como en ese momento. Un leve cosquilleo recorría su cuerpo que era acariciado por una ligerísima brisa de agua templada. A diferencia de otras ocasiones, no existía ni el más mínimo vestigio de inquietud mientras caminaba guiado por por la brisa, hasta llegar a las cristalinas aguas del riachuelo. Allí, lavó una a una las heridas que la vida le había dejado, limpió su cuerpo de la suciedad que le había dejado caminar descalzo por un escorial con olor a azufre y alquitrán.
Se quedó un rato inmóvil y continuó su camino por la rivera hasta un acantilado azul cuyo fondo era cubierto por nubes de espesa bruma matutina. Sonrió para sí y sin pensarlo brincó hacia el vacío prometedor de sus propias convicciones.

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