
Vengo de donde tu vienes y voy a donde tu vas
es así como lo marca el tiempo que nos precede y nos sucede.
Cuando tu estabas, yo no y cuando te vas yo me quedo
coincidiendo en al arrítmico tiempo que nos toca compartir.
Después, todo se resume al opaco misterio,
que con su negro telón no deja un resquicio de esperanza.
Es triste, amargo y crudo, pero a veces preferible
al sufrimiento lento y agudo del desamor latente.
Cada milímetro de distancia se paga con una lágrima al principio
y cada segundo de indiferencia es una dolorosa punzada en el corazón.
Al final, un gran cayo se hace en el corazón,
lo que permite dejar de sentir pero nunca dejar de recordar.